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Recortes e infamias contra la escuela pública

nuevatribuna.es | GABRIEL FLORES - Actualizado 05 Octubre 2011 - 21:09 h.

Madrid vive y sufre desde principios del curso escolar un duro conflicto que enfrenta al profesorado de los institutos de enseñanza secundaria y a la dirección ultraliberal del PP madrileño. Las asambleas de profesores junto a las organizaciones sindicales resisten la ofensiva de la derecha más doctrinaria y reaccionaria. Frente a una Consejería de Educación que dirige con mano de hierro la campaña de cerco, empequeñecimiento y deterioro de la escuela pública, el profesorado se ha empeñado en defender la escuela pública y los derechos y los valores de cohesión social, igualdad de oportunidades para todos los niños y jóvenes y democracia real basada en una ciudadanía formada, informada, crítica y consciente de sus derechos y obligaciones.
Profesores y profesoras muestran su voluntad de defender la escuela pública, participan de forma mayoritaria en las asambleas de sus centros, distritos y pueblos, acuden a las manifestaciones centrales, desarrollan una imaginativa actividad que aglutina y concita el apoyo de sus comunidades educativas, ofrecen los datos reales del recorte y la desorganización organizada por las autoridades de la Consejería de Educación en sus centros, intentan sumar a compañeros de infantil y primaria para que con sus propios ritmos y reivindicaciones aporten nuevas energías al movimiento de resistencia y tratan de convencer al conjunto de la ciudadanía de la justeza y el carácter social y educativo que no gremial de sus reivindicaciones.
Las autoridades educativas, los dirigentes de la Comunidad de Madrid (CAM) y del PP y los tertulianos y turiferarios que ríen sus gracietas y jalean los recortes de recursos educativos no han ahorrado infamias en su esfuerzo por confundir, mentir y ocultar las razones y los objetivos de la lucha del profesorado. Presentan a los profesores como vagos que trabajan 18 horas a la semana y no quieren trabajar 2 horas más. Otras veces, como liberados sindicales, perroflautas del 15-M que se cuelan en las asambleas donde se vota la huelga, agentes políticos de Rubalcaba, etcétera. Uno a uno, los insultos, la confusión y las difamaciones han sido desmontados. Finalmente, la CAM se ha atrincherado en el intento de reducir y confundir el conflicto educativo con la pelea electoral partidista, sabedores de que en ese terreno tienen mucho que ganar: cohesionan a su electorado y meten cuñas en el movimiento unitario del profesorado y las comunidades educativas de los centros.
Los dos recientes días de huelga, 4 y 5 de octubre, han vuelto a demostrar que la defensa de la escuela pública sigue contando con el apoyo de la mayoría de los claustros de profesores de los institutos. En torno a dos tercios del profesorado de secundaria ha secundado la huelga. La nueva y masiva manifestación ciudadana del 4 de octubre contó con más de 70.000 personas, evidenció las simpatías y el respaldo social que despierta la lucha de los profesores y supuso un contundente toque de atención a las autoridades educativas para que revoquen las instrucciones y los recortes que han impuesto y no toquen ni sigan deteriorando la escuela pública.
Las líneas que siguen pretenden aportar algunos datos sobre el deterioro que sufre en Madrid la escuela pública y una reflexión sobre los factores que pueden obstaculizar la continuidad del movimiento ciudadano que pretende preservar, frente a las autoridades educativas de la CAM, una escuela pública de calidad.
1. Los recortes han sido drásticos y evidentes
Por muchos esfuerzos que hagan para denominarlos ajustes o reorientación del gasto son recortes de recursos educativos que traban aún más las escasas posibilidades de frenar el deterioro de la escuela pública y sus secuelas más escandalosas: las altas tasas de fracaso escolar en los barrios en los que se ceba el paro, el empleo precario, los bajos salarios y la falta de oportunidades que ofrece el sistema educativo a los hijos de las familias trabajadoras de menor renta. Las comunidades educativas de cada centro conocen y sufren las consecuencias de esos recortes. Saben la disminución exacta en el número de profesores que se ha producido en cada instituto y la reducción de actividades de apoyo, refuerzo, desdobles, laboratorios, talleres, extraescolares, atención a alumnos con necesidades especiales y a las familias, etcétera… que se realizaban el curso anterior y que dejarán de realizarse este año. Conocen también parte de los retrasos, la desorganización, los cambios de criterios y la inseguridad jurídica que han sufrido y siguen sufriendo los profesores y los equipos directivos de los centros en estas primeras semanas del curso.
A estas alturas, un mes después de haber comenzado el curso y el conflicto, la Consejería de Educación aún no ha proporcionado el número exacto de profesores interinos que se han quedado sin trabajo y de profesores en expectativa (funcionarios de carrera sin destino definitivo) que siguen en su casa cobrando parte de sus sueldo y que no saben aún en qué centro, con qué horario y qué asignaturas van a impartir este curso. Los sindicatos hablan de 3.000 empleos suprimidos; la Consejería de Educación reduce significativamente esa cantidad, pero no proporciona ninguna cifra exacta.
Las cifras cantan: si a cada uno de los cerca de 20.000 profesores de enseñanza secundaria y profesores técnicos de FP en la enseñanza pública que según datos oficiales de la Consejería trabajaban en los institutos madrileños en el curso 2009-2010 se les aumenta de media 2 periodos de docencia directa a la semana, tenemos un total de 40.000 horas semanales que no podrán dedicarse a las tareas que se realizaban antes. Si esas 40.000 horas las dividimos por las 20 horas que debe impartir semanalmente cada profesor resulta que sobran 2.000 profesores que se han encontrado de pronto sin trabajo. ¡Menuda solución para la crisis: 2.000 parados más y 2.000 profesores menos!
El resultado final de ese recorte no puede ser otro que un deterioro de las clases que se imparten (por saturación de horas lectivas e incremento del número de alumnos por aula) y de las actividades no directamente lectivas (porque dejan de realizarse o se van a hacer deprisa y corriendo) que son imprescindibles para el buen funcionamiento de los centros y la buena marcha del proceso de aprendizaje. Deterioro que, en contra de lo que se cree, no supone una disminución significativa del gasto público, porque lo que es un ahorro para la CAM va a suponer un fuerte desembolso en las prestaciones por desempleo de la Seguridad Social, dado que la mayoría de los profesores interinos llevan años desarrollando su labor y tienen derecho a percibirlas durante los próximos dos años.
2. Hay un trasvase de recursos públicos hacia el negocio privado
Junto a la eliminación de recursos educativos en la escuela pública se da un hecho de parecida gravedad: se intensifica el desvío de recursos financieros a favor de intereses privados (escuelas totalmente privadas y escuelas privadas financiadas con dinero público a las que se ha convenido en denominar centros concertados)
El ahorro en costes laborales (salario bruto más costes de la seguridad social a cargo de la CAM) asociados a la supresión de 2.000 empleos de profesores de secundaria supone un gasto medio aproximado de 40.000 euros anuales por cada profesor. Por tanto, un recorte de 80 millones de euros anuales. ¡Atención!, ese coste laboral de 40.000 euros anuales por profesor supone un salario neto mensual medio de alrededor de 1.800 euros.
Al tiempo que la Consejería de Educación perfilaba la cuantía y la forma de implementar ese recorte, el BOE núm. 118 (de fecha 18 de mayo de 2011) publicaba la Ley 9/2010 de 23 de diciembre de Medidas Fiscales, Administrativas y de Racionalización del Sector Público de la Comunidad de Madrid mediante la que se elevaba de 10.000 a 30.000 euros por miembro de la unidad familiar el límite de ingresos para poder deducir en la declaración de la renta (IRPF) los gastos derivados de la enseñanza obligatoria. Así, en tiempos de austeridad y recortes extremos en las prestaciones públicas que recibían desempleados, familias sin ningún otro tipo de ingresos y personas en grave riesgo de exclusión social, otras familias, con ingresos de hasta 60.000 euros anuales, podrán desgravarse 900 euros por hijo en su declaración de la renta. De esta forma, 64,7 millones de euros (según estimaciones de la patronal ACADE, que agrupa a la mayoría de los Centros de Enseñanza Privados de España) del dinero de todos se destina a financiar los gastos educativos en centros privados de familias con posibles. Una ayudita propagandística de 900 euros por cada hijo que curse sus estudios en escuelas privadas que sustenta una hueca libertad de elección y que permitirá deducir el 15% de los gastos de escolarización, el 10% de los gastos de enseñanza de idiomas (extraescolares) y el 5% de los gastos de adquisición de vestuario de uso exclusivo escolar, tanto en centros totalmente privados como concertados.
No pareció suficiente a la Consejería de Educación. El 29 de agosto de 2011, el Director General de Becas y Ayudas a la Educación firmaba nuevas Instrucciones con más ayudas para financiar las actividades extraescolares de los centros privados concertados y contribuir a “la integración de los alumnos en el centro”. Para actividades de apoyo, refuerzo y estudio asistido, la dotación máxima por curso escolar será de hasta 350 euros por grupo y hora semanal. Para actividades de carácter cultural, científico, artístico y deportivo, otros 260 euros con las mismas condiciones. No se establece ningún tope ni cifra aproximada de los fondos públicos destinados a subvencionar esas actividades extraescolares en centros concertados; pero el cálculo no es difícil: cada hora de actividad que sobrepase el horario lectivo, suponiendo que implique a la mitad de los alumnos de educación infantil, primaria y secundaria obligatoria que cursan sus estudios en colegios privados y concertados, supondrá en torno a 3,9 millones de euros. Multiplíquense esos 3,9 millones de euros por dos o tres horas diarias y por cinco días a la semana y tendremos una cifra aproximada del monto total de la ayuda que se concede a los centros totalmente privados y a los privados concertados.
Las ayudas a la escuela concertada no acabaron ahí. El mismo Director General de Becas y Ayudas a la Educación firmaba hace apenas una semana, el 28 de septiembre de 2011, unas nuevas Instrucciones relativas a la autorización de incrementos de precios de hasta un 3% respecto a los del curso 2010-2011 de las actividades escolares complementarias, extraescolares y servicios escolares que serán subvencionadas en la cuantía mencionada antes. De esta forma, las subvenciones de la Consejería de Educación a la escuela privada no se destinan preferentemente a aliviar los costes que pagan las familias, también permitirán sufragar en mayor medida que hasta ahora los costes de las empresas privadas que hacen de la educación su negocio.
Doble vara de medir los recursos públicos que se destinan a escuelas públicas y privadas y doble política educativa encaminada a aumentar la rentabilidad del negocio educativo, abrir espacios para las empresas privadas dentro y fuera de las escuelas públicas y reforzar los negocios mercantiles, religiosos y electorales conexos.
3. La tendencia al desgaste de la movilización del profesorado
Las recientes jornadas de huelga del 4 y 5 de octubre demuestran que la mayoría del profesorado tiene la firme voluntad de mantener el pulso a las autoridades educativas. Los datos indican, no obstante, que el seguimiento ha sido ligeramente inferior al de la anterior tanda de huelgas del 20, 21 y 22 de septiembre. Conviene no menospreciar la tendencia al desgaste, pero tampoco magnificarla.
También se han podido percibir indicios y evidencias que señalan en dirección contraria: la extensión del debate y la movilización hacia otros niveles educativos (infantil, primaria, régimen especial, etcétera), la mayor participación del alumnado y de las asociaciones de madres y padres de alumnos y el avance en la comprensión y receptividad de la mayoría social –incluyendo, por tanto, sectores sociales que no simpatizan con los sindicatos o la izquierda política- con la defensa de la escuela pública que realizan conjuntamente las comunidades educativas.
Algunas de las causas que explican el seguimiento algo menor de las dos últimas jornadas de huelga son difícilmente evitables, vienen determinadas por el peso de los descuentos en los salarios netos que perciben los profesores (pérdida de un 5% del salario mensual por cada día de huelga) y por el desánimo que provoca en un sector del profesorado la falta de perspectivas de negociación derivadas del encastillamiento de la CAM en su política de deterioro y desorganización consciente de la enseñanza pública y en el infame y grosero tratamiento que reservan al profesorado.
Otros factores que potencian la tendencia al desgaste pueden ser contrarrestados con una gestión más inteligente de la movilización, buscando limitar su impacto sobre los procesos de aprendizaje del alumnado y sobre la organización de sus familias y haciendo más visible la preocupación del profesorado por estos asuntos. De igual forma, sería muy importante no facilitar la intentona de los dirigentes de la CAM de reducir el conflicto educativo a un componente más de la pelea electoral y, complementariamente, a una defensa gremial de privilegios. Para ello, sería conveniente que se dedicaran mayores y más continuados esfuerzos a tareas explicativas directas con los entornos sociales de los centros y una mejor modulación de los mensajes que se emiten; especialmente los que se hacen a través de unos medios de comunicación que, en general y con las sabidas excepciones, muestran permeabilidad a las iniciativas, razones y argumentos del profesorado.
Hay un factor de enorme complejidad que requiere del espíritu unitario y la inteligencia colectiva del profesorado para solventar su impacto negativo sobre la continuidad del movimiento. Existen dos dinámicas organizativas contradictorias que hasta ahora no han obstaculizado demasiado el desarrollo de la movilización en defensa de la escuela pública, pero que de no tratarse abierta y claramente pueden en cualquier momento dar la puntilla al movimiento: por una parte, las asambleas de profesores de la mayoría de los centros que conforman las aspiraciones comunes del conjunto del profesorado y definen las iniciativas y propuestas movilizadoras que consiguen un mayor respaldo; por otra, cinco sindicatos con muy desigual grado de representatividad entre los trabajadores de la enseñanza que deciden conjuntamente sus propias iniciativas, contando más o menos con las asambleas, y tienen muy desigual predisposición a aceptar la autonomía y las decisiones de las asambleas.
Algunos sindicatos y algunos profesores entienden, en mi opinión de forma equivocada, esa doble dinámica organizativa como una expresión de la pugna que enfrenta a los defensores del papel central de los sindicatos en la orientación y solución de este conflicto y a los que cuestionan ese liderazgo sindical y muchas de las actuaciones concretas de los sindicatos. En una versión más moderada, tratan de explicar los roces entre asambleas y sindicatos como el resultado de una rivalidad entre dos legitimidades que pretenden definir independientemente los contenidos y el calendario de las movilizaciones y las formas que éstas adoptan.
A mi entender, las contradicciones existentes entre ambas dinámicas y estructuras organizativas no son en modo alguno intratables y han podido ser superadas hasta ahora de manera razonable, aunque no por ello se han ahorrado algunos agrios debates que muestran cierta incomprensión de la energía y la fuerza que aportan sindicatos y asambleas al movimiento y la falta de finura en el tratamiento de las diferencias y los distintos puntos de vista y percepciones existentes. A la postre, las fricciones que se producen entre asambleas y sindicatos no son muy distintas que las que se dan entre los sindicatos y en el propio seno de las asambleas.
El problema fundamental que puede presentarse a partir de ahora es que la intensidad de las contradicciones aumente y dificulte la unidad en la movilización. Impedir esa escalada exige un mayor esfuerzo para tratar de forma constructiva y democrática las diferencias y una mayor masa crítica del profesorado dispuesto a aportar cordura y flexibilidad al movimiento para que la defensa de la escuela pública no pierda en las próximas semanas presencia, representatividad e iniciativa.
No es tarea fácil enfrentarse a las instancias de poder de la CAM, pero hasta ahora se ha podido mantener, reforzar y extender el conflicto en defensa de una escuela pública de calidad y por la dignidad del profesorado que trabaja en la escuela pública. Juntos se ha resistido. Juntos se puede ganar.


CARTA ABIERTA DE UNA ALUMNA DE 1º BACHILLERATO
Estos días han circulado por internet multitud de cartas abiertas de profesores tratando de explicar que no son dos horas, que no son ellos los más perjudicados. Que somos nosotros. Me indigna ver cómo todo su esfuerzo no sirve para nada en cuanto algún político deja caer frente a los medios que son unos vagos y que sus protestas se deben a esas dos horas que no dejan de mencionar. Nos manipulan como quieren, sus medias verdades aparecen en las primeras planas de sus periódicos mientras los hechos, las cifras objetivas, quedan sepultadas bajo sus artimañas electorales.
Así que me gustaría compartir mi versión como alumna de secundaria de la escuela pública. No creo en partidos políticos ni me importa a quién le bajen el sueldo o le suban dos horas, me importa mi futuro y el de mi generación.
Hace una semana que comencé 1º de Bachillerato en un instituto de Getafe. No es una mala zona, no hay mucha pobreza y sé que debo considerarme afortunada. No puedo imaginar cómo está la situación en otros institutos de zonas más pobres aquí mismo, en Getafe. No sé si creerme las cosas que me cuentan sobre más de 40 alumnos hacinados en aulas sin material, con profesores más preocupados por salir vivos del aula que por conseguir un buen nivel.
En el mío somos 30, 37 y 33 alumnos de 1º de Bachillerato en las 3 clases. Pensábamos que habría 4 clases, porque hay cuatro opciones de Bachillerato, pero las letras puras (Griego y Latín) han sido desterradas. La profesora de Latín nos decía que estaban protegidas por ley, así que no entiendo cómo ella, junto con mis compañeros que querían estudiarlas, se han tenido que marchar del instituto.
Esta semana no hemos dado prácticamente clases útiles, mi instituto está sumido en el caos. Hemos cambiado de tutor un par de veces por los desajustes en los horarios. Al no haber clase de tutoría no hemos podido elegir delegado, el que se encarga de cerrar el aula con llave durante los recreos, por lo que debemos llevar siempre encima la mochila para evitar los robos. No hay profesores de guardia para vigilar a los alumnos que están solos cuando algún profesor falta, ni siquiera a los más pequeños, recién llegados a secundaria. Los horarios son provisionales, cualquier nuevo cambio ordenado desde la Administración trastoca las clases de todos y exige rehacer toda la organización.
Tengo tres profesores, de lengua, mates e inglés, que en realidad son "medios" profesores. Trabajarán media jornada en mi instituto y la otra media en otro, aunque el descontrol es tal que todavía no han mandado ninguno desde la Administración. Mientras tanto estamos parados durante estas tres horas, o a veces nos juntan en el aula grande a los tres bachilleratos (los 100 alumnos) con un solo profesor para que no perdamos el tiempo. Ni siquiera sabemos en qué grupo de matemáticas estaremos porque los profesores no pueden ponerse de acuerdo en qué sistema usar para dividir los grupos hasta que llegue el que falta. ¿Que tenemos peor nivel que la privada? ¿Acaso creen que en la privada se pierden tantas horas de clase por temas así, que tienen el mismo material, la misma treintena de alumnos por clase?
Los 'desdobles' de las únicas dos optativas que el instituto ha podido ofertar tienen, de nuevo, 30 alumnos por desdoble, incluida Ampliación de inglés oral. ¿Qué tal creen ustedes que funciona una clase de inglés oral con 30 alumnos? Tenemos oportunidad de hablar 1 minuto y medio cada alumno.
Me indignan las mentiras descaradas de Aguirre. Sí que ha habido recortes, lo notamos todos los alumnos, la precariedad y el descontrol generado por la falta de profesores. Todos están dando más de lo que pueden y aun así no es suficiente, no dan abasto con tanto por hacer en pleno inicio de curso escolar y tan pocos recursos.
Mis profesores no trabajan 20 horas. Nos dan 20 horas de clase y luego nos vigilan en el recreo, dan clases de apoyo, se encargan de cubrir las faltas de otros profesores, preparan las clases siguientes. Responden las dudas después de la hora de salida, se quedan ayudando a los alumnos que van peor en sus horas libres. Nos llevan a excursiones, a campeonatos de matemáticas, a concursos de poesía. Llegan los lunes a primera hora con ojeras de haberse quedado de madrugada corrigiendo. Les he visto en la manifestación hoy mismo, junto a sus alumnos, luchando por nuestro futuro. A pesar de todo el caos, las horas perdidas, la falta de material, ellos siguen siempre al pie del cañón, con su pizarra vieja y sus tizas (no todos tenemos la suerte de tener las pizarras digitales de la privada).
Estoy orgullosa de mi instituto y de mis profesores, que me han enseñado a no rendirme y a luchar por mi futuro. Gracias a la escuela pública este año pude optar al Bachillerato de Excelencia en el San Mateo (quedé entre los 50 mejores del examen para el premio extraordinario de la ESO, aunque por supuesto no gané: nadie de la zona sur ganó), pero he decidido seguir en mi instituto público sin presupuesto, que es el que ha hecho que quedase entre esos 50 mejores.
Así que no me voy a callar mientras nos arrebatan la educación pública y nos condenan a una sociedad de clases sin posibilidad de ascender. Si los ricos son los únicos con acceso a educación, los pobres siempre seguirán siendo pobres, eso aprendemos en clase de historia. Tal vez unos cuantos políticos deberían dejarse de propaganda y trapicheos y volver a la escuela a estudiar el Antiguo Régimen, las revoluciones y el movimiento obrero, antes de repetir los mismos errores del pasado.
M. L. G.
Una alumna del IES José Hierro




SANTOS JULIÀ OPINIÓN
Rendir la escuela pública
SANTOS JULIÀ 25/09/2011


Dan la impresión de no saber de qué están hablando, pero lo saben demasiado bien. La presidenta y la consejera de Educación de la Comunidad de Madrid han logrado exasperar con sus desplantes y ademanes autoritarios a padres, profesores y alumnos de los centros públicos. Despido en masa de profesores mal llamados interinos (en realidad, ejército industrial de reserva que llevan años presentándose y aprobando oposiciones sin obtener la plaza que desempeñan), aumento de horas lectivas, amenaza de supresión de tramos de enseñanza gratuita: parte del programa oculto del PP sobre la enseñanza pública sacado a la luz por estas intemperantes líderes madrileñas.
Por supuesto, saben de sobra qué es un interino y cuántas son las horas de jornada laboral; como saben también de qué va todo esto: infligir un daño irreparable a la escuela pública. La niña de sus ojos es, y siempre ha sido, la privada, que venía experimentando desde hace medio siglo un claro retroceso que ellas se han empleado en detener y revertir. El número total de centros públicos dedicados a enseñanzas de régimen general no universitarias (infantil, primaria, ESO, Bachillerato, FP) ascendía en Madrid a 1.235 en 1999, mientras los privados eran 809. Diez años después, en 2009, el número total de centros privados, que han experimentado una fortísima expansión en el nivel de enseñanza infantil, es 1.611, mientras los públicos se quedan en 1.573.
Esta inversión de la relación entre escuela pública y centros privados prueba bien la "gran sensibilidad hacia los problemas que afectan al sector de la enseñanza privada" mostrada por Esperanza Aguirre. Nada de extraño que la Asociación de Centros Autónomos de Enseñanza Privada haya expresado con esas palabras su agradecimiento por la desgravación fiscal de gastos de enseñanza, con un máximo que ha subido este año de crisis de 500 a 900 euros, y que devuelve a los contribuyentes más de 60 millones de euros, suficientes para mantener en sus puestos a todos los interinos.
Y prueba, sobre todo, el éxito del proyecto educativo de su consejera de Educación cuando lamentaba en Italia, ante una asamblea de Comunión y Liberación, la "intromisión excesiva del Estado en la educación", y celebraba que "en esta fase de expansión de centros concertados, muchos de los proyectos nuevos estén en manos de religiosos laicos". Podía alardear la consejera, paladín de la escuela católica financiada por el Estado, que Madrid se encontraba a la cabeza de todas las regiones en el aumento de centros privados: 33% de concertados, de los que 2/3 corresponden a la escuela católica. A la gran sensibilidad de Aguirre y al proyecto educativo de Lucía Figar se debe que los alumnos madrileños de primaria y secundaria se dividan hoy por mitad entre centros públicos y privados cuando la media de España es de 69/31, la misma de Madrid hace una década.
Recuerdo bien los malos tiempos pasados, cuando cursé el bachillerato en el único instituto masculino entonces abierto en Sevilla, el San Isidoro. La casi totalidad del territorio de enseñanza secundaria estaba ocupado por una legión de órdenes y congregaciones religiosas: jesuitas, maristas, salesianos, escolapios, capuchinos, hermanos de las escuelas cristianas... Un siglo de abandono de la escuela a manos de la Iglesia, que, con el breve paréntesis de la República, solo comenzó a corregirse cuando los planes de desarrollo exigieron la elevación del nivel de escolarización. Luego, con el acuerdo de financiación de centros concertados, se estabilizó la relación entre pública y privada en una ratio aproximada de 70/30, en la espera de que aumentando la cantidad y elevando la calidad de la primera y financiando la segunda se alcanzarían porcentajes próximos a la media de la Unión Europea: 90% de escuela pública en primaria, alrededor de 86% en los dos niveles de secundaria.
Pero años de gobierno del PP han logrado que la escuela pública retroceda en Madrid hasta límites impensables hace 10 ó 15 años. Hoy resultaría imposible volver a un mapa escolar como el de Sevilla en 1950: las órdenes y congregaciones religiosas andan de capa caída. Pero Aguirre y Figar no desesperan: con el despido de miles de interinos y el bloqueo de concursos a plazas de enseñanza pública, dan un gran salto hacia la meta final: superar el listón del 70% para centros privados dejando que los públicos se hundan hasta la cota del 30%. Rendir la escuela pública a la invasión de Comunión y Liberación, kikos y demás "religiosos laicos", y no cuestiones pedagógicas: eso es lo que está hoy en juego en la Comunidad de Madrid.


ARTURO PÉREZ REVERTE

La profesora de Arte
XLSemanal - 25/7/2011
En la vida de todo hombre hay mujeres que lo marcan para siempre. Eso incluye a
madres, esposas, hijas, amantes o cualquier otra variedad imaginable del asunto. En
ocasiones, algunos individuos más o menos afortunados vislumbran claves ocultas, secretos de
la vida a través de los ojos de esas mujeres. Llegan a conocer mejor el mundo y a ellos mismos
gracias a lo que ven o creen ver en la mirada de ellas, y también en sus actitudes, sus palabras
y especialmente sus silencios. Alguna vez escribí, o dije, que nadie habla con silencios mejor
que las mujeres. O con palabras, cuando se ponen. Sobre todo si salen al palenque hartas,
fatigadas o heridas.
Hoy quiero contarles de una mujer que marcó mi vida. Su nombre figura en
libretas de apuntes que conservo desde hace más de cuarenta años, y que contienen las notas
que tomé en 6.º y Preu sobre Historia del Arte. Por aquel tiempo yo era un jovenzuelo
insolente con la mochila llena de libros, a punto de viajar a la isla de los piratas. Me habían
echado de los Maristas y conseguí asilo en el Instituto de Cartagena. Sólo éramos once en
Letras, y los profesores de Literatura, Latín, Griego, Filosofía e Historia, también recién
llegados, resultaron jóvenes y brillantes. Nos dieron tres años de felicidad intelectual con
alicientes extras: Gloria, la profesora de Griego, usaba minifaldas de vértigo y tenía unas
piernas espectaculares; y la profesora de Historia del Arte era dulce, tímida y sabia. Se
llamaba María Amparo Ibáñez; y, como digo, conservo sus apuntes porque son metódicos y
perfectos. Todavía ahora, cuando necesito refrescar un dato de modo urgente, acudo a ellos
antes que al Summa Artis, al Espasa o al René Huyghe. Por eso siguen al alcance de mi mano,
en el estante más próximo a la mesa donde trabajo.
Esa profesora nos enseñó a mirar a través de sus ojos: arquitrabes, volutas,
arbotantes, frescos, veladuras, adquirieron sentido gracias a su inteligencia paciente. Ella nos
llevó de la mano desde el arco de adobe a la nervadura gótica, del tesoro de Atreo a la silla de
Frank Lloyd Wright, de la cerámica cordada a las sombras largas de Chirico. Enseñándonos,
entre otras cosas útiles, que la Historia del Arte, como la Historia a secas, es mucho más que
una disciplina académica: es un espejo familiar donde mirarse, un libro ameno que explica lo
que fuimos y somos. Un rico sedimento de siglos que proporciona al hombre occidental -o a lo
que va quedando de él- memoria, explicación y consuelo. Sin Amparo Ibáñez, sin sus
explicaciones y su inteligencia, sin su fe imbatible en los once muchachos que, con ella,
analizaban fascinados el último detalle de cada catedral, cada escultura y cada cuadro, mi vida
sería hoy, seguramente, muy distinta. Con la mirada que esa mujer me educó pude escribir,
más de veinte años después, La tabla de Flandes: la historia de una joven que mira un cuadro
como quien descifra un enigma, del mismo modo que, gracias a mi profesora, aprendí yo a
mirar con diecisiete o dieciocho años. Y tampoco, sin esa mirada que luego contempló cosas
que nada tienen que ver con la Historia del Arte -aunque en el fondo quizá tengan que ver, y Compartir |
mucho-, habría podido escribir más tarde la novela que llamé El pintor de batallas sin que
haya nada casual en la elección del título: la historia del hombre que, encerrado en una torre
circular, pinta en sus muros la fotografía que nunca logró hacer: el paisaje-resumen
devastado, monótono, implacable, de todo el horror y todas las guerras.
Hace algún tiempo, cuando firmaba libros después de presentar una de mis
novelas en Valencia, vi a Amparo Ibáñez en la cola de lectores, aguardando paciente con un
libro en las manos. No la había vuelto a ver desde el Instituto, pero la reconocí en el acto:
delgada, menuda, tímida. Estoy lejos de ser un fulano de lágrima fácil; pero verla allí, como
uno más, me conmovió las entrañas. La cola de lectores era interminable: había mucha gente
esperando una dedicatoria, y yo me iba esa misma noche. Así que hice cuanto pude. Como
siempre firmo de pie, no tuve que levantarme. Hablé atropelladamente de lo mucho que mis
libros y mi vida le debían. De la deuda inmensa y del indeleble recuerdo. Ella asentía
complacida de escuchar aquello, mientras yo garabateaba unas líneas apresuradas en la
página de cortesía de la novela. Después la besé y me quedé mirándola un momento, con
dolorida impotencia, antes de atender al siguiente lector que aguardaba. Así la vi perderse
entre la gente, con el libro firmado que apretaba contra el corazón. Entonces decidí que alguna
vez, si lograba no ponerme demasiado sentimental, escribiría unas líneas como las que ahora
escribo. Para decirle, al fin, lo que entonces no le dije



ALMUDENA GRANDES
Mentira podrida
ALMUDENA GRANDES 19/09/2011
Soy una madre de la escuela pública. No la escogí por pobreza, ni por la imposibilidad de acceder a otro modelo. Algunas personas próximas a mí nunca han entendido esta opción, que interpretan como una muestra de tacañería, de indolencia o de irresponsabilidad respecto al futuro de mis hijos. Yo, sin embargo, creo firmemente que una escuela pública igualitaria, gratuita, laica, interclasista y de calidad, constituye el primer peldaño de la civilización y el único modelo a escala de una auténtica sociedad democrática. Solo por eso, la habría escogido, pero la calidad de la enseñanza también cuenta. En los colegios privados y concertados suelen enseñar, como norma general, docentes que no han logrado entrar por oposición en la escuela pública.

No me siento agredida por las protestas de los mejores profesores que hay en España. Lo que me ofende es que los responsables de esta situación pretendan manipular a la opinión pública presentando a padres y alumnos como víctimas de sus reivindicaciones. Y aún me ofende más que -después de haber asistido, año tras año, al recorte sistemático de recursos en la enseñanza pública madrileña- se presente una ofensiva estrictamente ideológica como una consecuencia de la crisis.

Mentira podrida. Lo que pretende el Gobierno de Aguirre, que no ahorra en los terrenos que le dona a la Iglesia católica ni en las subvenciones de los concertados, es convertir la escuela pública en una vía muerta, un reducto para ciudadanos de segunda clase. Para lograrlo, cuenta con la complicidad de una sociedad anclada en el viejo modelo franquista de los "colegios de pago" y los "pobres gratuitos". Eso es lo más triste de todo. En ningún otro país europeo, con mejores notas en el Informe PISA, sucedería nada parecido. Pero España, una vez más, es diferente y algo más, un país anormal, aunque ni siquiera lo sepa.



ELVIRA LINDO
Profesores
ELVIRA LINDO 07/09/2011
Confundir horas lectivas con horas de trabajo no es gratuito, es una manera de contribuir al lugar común de que los profesores trabajan poco. Tampoco es nuevo: siempre que se trata de estrechar los derechos laborales en la enseñanza alguien deja caer, como de manera inocente, que los docentes de la educación pública gozan de más ventajas que el resto de los trabajadores. Por más que se informe sobre los desafíos a los que se enfrenta un profesor en nuestros días, siempre habrá un buen ciudadano que llame a la radio o escriba al periódico para informar, por ejemplo, de las largas vacaciones que disfrutan los maestros. Es un clásico. A los políticos se les llena la boca con que no hay inversión más útil en nuestro país que la destinada a educación, hasta que un día se ponen a hacer números y empiezan por ahí: prescindiendo de interinos y poniendo sobre los hombros de cada trabajador dos horas más.

Explicar que ser profesor no consiste solo en dar clase debería de ser innecesario. ¿Qué consideración se les tiene a los docentes si se extiende esa idea? El profesor enseña, pero también corrige, ha de preparar sus clases, perder un tiempo precioso en absurdos requerimientos burocráticos y, en ocasiones, hacer labores de trabajador social. La educación requiere ahora más energía que nunca y no es infrecuente que el enseñante desarrolle patologías físicas o psíquicas. Su trabajo cansa, es más duro que muchos de los trabajos que nosotros realizamos. Los niños y los adolescentes son grandes devoradores de la energía adulta. Los escritores que hemos visitado colegios e institutos lo sabemos: dos horas dando una charla ante una vampírica muchachada te dejan para el arrastre.

¿Cómo pretenden los responsables del injustificable derroche autonómico que se comprenda que el sacrificio ha de comenzar por los que ya están sacrificados?